Una sana juventud

Así denominaría a la juventud de hasta la década del ’60, cuando recién comenzaban a existir las famosas discos o comúnmente llamadas confiterías bailables. Hasta allí, la diversión consistía en los bailes de los clubes y existía la competencia de los mismos para ver quién traía mejores orquestas y conjuntos. Se anunciaban con la debida […]

Así denominaría a la juventud de hasta la década del ’60, cuando recién comenzaban a existir las famosas discos o comúnmente llamadas confiterías bailables. Hasta allí, la diversión consistía en los bailes de los clubes y existía la competencia de los mismos para ver quién traía mejores orquestas y conjuntos.
Se anunciaban con la debida anticipación, para darles tiempo a las chicas a que prepararan sus vestidos y, por supuesto, los muchachos, de riguroso traje y corbata.
Llegaba el día del baile, por lo general sábado, y comenzaba aproximadamente 22 horas, pero un poco antes ya se acercaban al club las chicas, acompañadas siempre por una persona a mayor. Se ubicaban en las mesadas que se colocaban alrededor de la pista de baile y los muchachos, de pie, observaban y para invitarlas a bailar se hacía un gesto con la cabeza de arriba abajo (llamado «cabeceo»). La chica, si aceptaba, contestaba el gesto y entonces se salía a bailar.
Las veladas danzantes, como se las llamaba, no se extendían más allá de las 3 ó 4 de la mañana y en la mayoría de los casos terminaban antes de esa hora.
Si alguno de los muchachos tenía la suerte de conquistar a la chica, se le pedía una cita para el día siguiente o para el próximo baile, que podía ser el sábado siguiente o a los 15 días, en otro club. Y si con mucha suerte se nos permitía acompañarla a la salida, tenía que ser con el permiso de la persona mayor. Y si era caminando, siempre adelante, nunca detrás.
Esa era una de las formas de poder divertirse en nuestro pueblo y con nuestra juventud.
Hasta la próxima.

Por «Fredy» González

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