A cincuenta años de un hecho histórico: El día que las FAR tomaron Garín

Un jueves 30 de julio como hoy, pero en 1970, un grupo guerrillero mantuvo incomunicada a la localidad, copó la comisaría y asaltó el Banco Provincia. Fue un golpe para financiarse, mostrar su capacidad y debilitar al gobierno militar.

Conmoción. Vecinos de la localidad se encuentran frente al Banco Provincia tras el copamiento.

Un jueves 30 de julio como hoy, pero en 1970, un grupo guerrillero mantuvo incomunicada a la localidad, copó la comisaría y asaltó el Banco Provincia. Fue un golpe para financiarse, mostrar su capacidad y debilitar al gobierno militar.

Hace exactamente cincuenta años, la por entonces apacible localidad de Garín era escenario de un acontecimiento que conmocionaría no sólo a sus vecinos sino también a la opinión pública nacional: el desembarco de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para ejecutar la «Operación Gabriela», un golpe audaz que perseguía y logró tres objetivos simultáneos: obtener financiamiento para sus acciones, exhibir el potencial de la organización y desestabilizar al gobierno de facto de la época,

Por esas coincidencias de las efemérides, ese 30 de julio de 1970 también era jueves. Inspirados en el copamiento de la ciudad de Pando por los Tupamaros -el 8 de octubre de 1969, en Uruguay-, un grupo de guerrilleros comandado por el paraguayo Carlos Olmedo tomó la localidad.

El operativo fue cinematográfico: en solo 50 minutos incomunicaron los 30.000 habitantes de Garín, cerraron los accesos vehiculares, controlaron la estación de tren, tomaron la comisaría y asaltaron la sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

Del golpe participaron 12 mujeres y 24 hombres, que se movieron en cinco camionetas y tres autos. En la oficina de ENTel cortaron el cable maestro con un serrucho. Después, irrumpieron en la casa del único radioaficionado del pueblo y destruyeron su aparato. De esa manera, Garín quedó incomunicado.

Un supuesto médico y una mujer con guardapolvo de enfermera de la Cruz Roja llegaron a la comisaría con el cuento de que habían ido a examinar a los niños alojados en el hogar OPROVI y que debían “abrir comisión”. Una vez que distrajeron al oficial de turno, la mujer sacó una ametralladora que tenía escondida en la ropa. Redujeron a los demás efectivos y se hicieron de siete pistolas, cuatro revólveres, dos metralletas, cargadores, chapas y uniformes. Antes de irse dejaron una pintada: “Libres o muertos. Jamás esclavos”.

El siguiente paso fue asaltar el banco. Allí ocurrió el único altercado grave, fatal, cuando la misma mujer que se había hecho pasar por enfermera le disparó en el estómago al guardia, que murió horas después. Era el cabo Fernando Sulling, oriundo de Matheu, quien ese día tenía franco de servicio pero asistió para cubrir a un compañero.

Sobre ese episodio hay muchas versiones: la mayoría coincide en que matarlo no era parte del plan, pero sucedió algo confuso y pagó con su vida aquella desgraciada fatalidad del destino, cuando le faltaba un año para jubilarse.

Víctima. El cabo Sulling, de la Policía Bonaerense, fue ultimado por las FAR en la puerta del Banco Provincia.

Seis guerrilleros dominaron al personal del banco, a los clientes y a otro vigilante. Saquearon las cajas, pero no pudieron ingresar al tesoro porque la llave estaba en la comisaría y al momento de ir a buscarla recibieron la orden de retirarse a través de los walkie talkies con los cuales se comunicaban. Además, se llevaron la recaudación del restaurante El Farolito, ubicado frente al Provincia.

Para las FAR, la «Operación Gabriela» persiguió varios objetivos: hacer su presentación pública, obtener dinero y armamento para proseguir su actividad y, al mismo tiempo, demostrar la vulnerabilidad de un régimen militar que, a partir del relevo del presidente Juan Carlos Onganía y su reemplazo por el general Marcelo Levingston, había logrado un clima social y político de relativa distensión.

No hay garinense mayor de 50 años que no recuerde aquel día. El relato de quienes fueron testigos de aquella toma se transmite de generación en generación y reflota con cada aniversario.

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