Que treinta años no es nada…

Un sobrevuelo por algunos mojones de las tres últimas décadas, desde “Pololo” Larghi a Walter Blanco, pasando por Luis Patti y la pérdida de calidad en el HCD. Por Jorge L. Bonfanti.

Y es febril la mirada de estos treinta años de democracia, que sólo pueden explicarse a partir de la dialéctica, porque observando el camino recorrido linealmente se puede apreciar cuánto hemos mejorado en el aspecto de la conquista de derechos, pero en los recovecos quedan los eternos problemas de la desigualdad que nos deshermanan como compatriotas.

En aquellos albores democráticos algún iluminado vanguardista soñaba con poner en discusión el tema del divorcio, ya no de que se apruebe: la esperanza era poner en tema de juicio la situación de millones de personas que habían perdido derechos cuando se les acabó el amor.

Nadie, ni uno de los millones que se volcaron a las calles en la campaña electoral, y luego con la jura del gobierno civil, se atrevió a soñar con el matrimonio igualitario.

Pero sigue habiendo torturas en las comisarías.

Escobar no fue una isla, aquí también se vivió la primavera democrática, y aquel primer HCD fue la caja de resonancia de fuertes y ricos debates entre las distintas fuerzas mayoritarias, en un Concejo Deliberante mucho más representativo de la diversidad de colores ideológicos, aunque solamente los dos grandes partidos lograron bancas.

Ahí estuvieron, entre otros y a la cabeza de la renovación que proponía el alfonsinismo, Daniel Alfaro, Roberto Gaytán, Ruben Alberoni, Jorge Larrondo, Néstor Legaria, Dante Scolari y Osvaldo Declerck. Del otro lado, Juan García, Oscar Colaneri, María Cristina Steffens de Aubone, Elsa Serrano y Daniel Buffelli, entre otros.

Nuestra democracia distrital también tuvo sus altibajos, tanto en el peronismo como en el radicalismo existía una fuerte discusión interna entre la militancia que venía de antes de la dictadura, con las nuevas generaciones que se sumaron a la lucha política en la ola alfonsinista, que atravesaba a todos los partidos, aunque en el peronismo la disputa entre ortodoxos y renovadores no empezó sino hasta unos años después.

Pero existían otras camisetas que sobrevivían como fuerzas minoritarias pero muy activas y que contribuían a condimentar ese rico guiso que es el político. Por aquellos años, y además de los sectores de izquierda dentro de la UCR y el PJ, existían el Partido Intransigente, el Comunista, el Obrero y el Movimiento al Socialismo, que entre todos, si hubieran ido juntos, hubiesen sido una fuerza considerable.

Después hubo un fuerte reflujo del espíritu inicialmente progresista de la democracia y vino Patti, con el mayor caudal de apoyo popular de la corta historia política.

Cabe agregar, como anécdota, que “Pololo” Larghi logró 18.789 votos y 12 concejales, “Cacho” Angioi 13.604 y 8 ediles. La tercera fuerza tiene un muy ligero parecido al Escobar actual, donde Blanco es una palabra significativa: el voto en blanco tuvo más de 2.500 apoyos, hubiera conseguido dos concejales.

Hoy, como cualquiera de todos los días de estos treinta años, hay sectores que intentan romper este rumbo, porque no les gusta compartir con los distintos, y así como el vino, que es para todos, pero al borracho hay que sacárselo, la democracia es para los democráticos; los golpistas, los extorsionadores, los violentos, los aprovechadores, tienen que verla desde el otro lado de las rejas, para que la inmensa mayoría la podamos disfrutar, con todo lo que nos costó reconquistarla.

No nos debemos olvidar de nuestros mártires.

Por Jorge L. Bonfanti

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