Las termoeléctricas, un sinsentido que nos obliga a repensar y evitar

Por Dr. Gonzalo Fuentes y Arballo* Me viene a la mente la letra de la canción de un cantante venezolano, Gustavo Cazas, que dice: “El más común de los sentidos se fue a vivir a otro lado. Dejó dicho que no vuelve, que hay mucho cacique agrandado. Que hace falta ser humilde y aceptar cuando […]

Por Dr. Gonzalo Fuentes y Arballo*

Me viene a la mente la letra de la canción de un cantante venezolano, Gustavo Cazas, que dice: “El más común de los sentidos se fue a vivir a otro lado. Dejó dicho que no vuelve, que hay mucho cacique agrandado. Que hace falta ser humilde y aceptar cuando se ha errado”.

Primero el puerto regasificador, ahora las termoeléctricas, ¿acaso no surge del sentido común preguntarse la razón por la cual las plantas generadoras de energía nunca se encuentran radicadas cerca de importantes centros poblacionales?

La respuesta es tan sencilla que no es necesario acompañarla de gruesos informes técnicos: conllevan peligros ocultos y riesgos en la salud de la población.

La actividad humana siempre contamina, pero en actividades de generación de energía no renovables con el uso de plantas como las instaladas en Pilar  el incremento es sustancial y concreto.

Seamos claros: la Nación y la Provincia no autorizaron un parque eólico o solar, eso queda para el discurso. Autorizaron la radicación de dos centrales termoeléctricas de ciclo combinado; esto es: usan gas y gasoil. La única forma de contaminar más para producir energía es quemar carbón.

A quienes manifiestan que no hay riesgos, solo se los puede catalogar en dos categorías: oportunistas e ignorantes. En el mejor de los casos califican en una, pero me inclino por otorgarles las dos a quienes convalidan su instalación.

El ciclo de los motores de combustión, como lo indica su nombre, implica la “quema” del gas o gasoil. Si no, no se mueve el motor, y si bien es cierto que puede ser mitigado el efecto, inexorablemente emiten a la atmósfera  dióxido de azufre (SO2), óxido de nitrógeno (NO), materia particular (PM), monóxido de carbono (CO) y gases de efecto invernadero como dióxido de carbono (CO2).

Estas emisiones siempre son nocivas para todos, pero resultan particularmente severas para las personas con enfermedades respiratorias preexistentes.

La defensa de los impulsores de las termoeléctricas argumenta que estas plantas cuentan con el sistema de monitoreo continuo, análisis periódicos, medidas de mitigación, conforme reglamentación existente a nivel nacional, con vigilancia epidemiológica poblacional.

¿Justifica ello la  contaminación que generan? ¿Qué pretendían? ¿Instalarlas con el manual del fabricante?

A las emisiones debemos sumarle no solo el uso de un acuífero como el Puelche, que se encuentra en un uso intensivo, constituyendo la principal fuente de agua potable de la región, sino también la contaminación sonora de las centrales termoeléctricas.

Más allá del efecto nocivo sobre la población en general, existen grupos de riesgo como los enfermos con problemas cardiovasculares, arteriosclerosis o problemas coronarios, a quienes los ruidos fuertes y súbitos les provocarán, con certeza, un desmedro a salud.

No se trata de tener una visión nueva o vieja, no se trata de estar con el gobierno  nacional  o en la oposición. Se trata de tener la visión correcta a favor de la comunidad, a favor de derechos tan fundamentales como el derecho a la salud y a un ambiente sustentable.

Se trata de dejar banderas políticas de lado e ir todos los sectores políticos por la defensa de mejores condiciones de vida y evitar imposiciones que en nada benefician a los vecinos de Escobar y Pilar. Si no lo hacemos, nuestros hijos sin duda nos lo reclamarán.

* El autor de esta columna es presidente del bloque de concejales del Frente Renovador en el Concejo Deliberante de Escobar.

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