“Desarme Voluntario: Un fracaso consensuado”

SR. DIRECTOR: Desarme Voluntario: Escobar recibió solo 140 armas. Concordia (ER), 470. Escobar tiene más de 210.000 habitantes. Concordia, 140.000. Y El Diario de Escobar dice sin ninguna prepaga vergüenza proselitista “Exitoso plan de desarme”. La primera opción de análisis es: en Escobar somos menos tarados y amamos los subsidios pero no comemos vidrio. La […]

SR. DIRECTOR:
Desarme Voluntario: Escobar recibió solo 140 armas. Concordia (ER), 470. Escobar tiene más de 210.000 habitantes. Concordia, 140.000. Y El Diario de Escobar dice sin ninguna prepaga vergüenza proselitista “Exitoso plan de desarme”.
La primera opción de análisis es: en Escobar somos menos tarados y amamos los subsidios pero no comemos vidrio. La opción dos es: en Concordia hay menos inseguridad, entonces no les calienta  hacerse  de unos mangos vendiendo la escopeta del abuelo.
Toda sociedad insegura se refugia en las armas cuando sabe la ineficiencia del Estado en brindársela. En las grandes ciudades, y más aún en el campo, los delincuentes saben quiénes están indefensos, y quiénes son los que conviene evitar. Hasta tienen un código de marcas pintadas en los frentes de cada casa donde indican el “status” de la vivienda.
Por otro lado, el Estado no confía en un pueblo armado y cuestionador de su ineficiencia.
El más claro ejemplo de una sociedad desarmada lo encontramos en la Alemania nazi desde 1931 hasta 1945, pero la violencia y el crimen organizado no fueron la razón para el desarme, porque el delito y los criminales comunes habían sido prácticamente erradicados de las calles. Se hallaban ocupando puestos en el gobierno y en las organizaciones paramilitares como las SS y las SA.
Los gobiernos dictatoriales sufren de un delirio de persecución y siempre temen a las revueltas armadas de sus oprimidos. ¿La mejor solución? Desarmar a los oprimidos. Lo vivimos durante la dictadura,
sin ir más lejos.
Pero en el mundo de Siglo 21, las cosas pueden funcionar también  de otra manera.
Prefiero pensar que el deseo y la costumbre de la gente de estar
armada responde a la vieja y fundada desconfianza que se tiene de la efectividad de sus fuerzas del orden y de su capacidad de protegerla contra los ataques de los delincuentes.
Aunque, paradójicamente, la presentación de este  programa de
desarme voluntario se afirmó con el slogan “es hora de dejar de
hacer justicia por mano propia”.
Se supone, entonces, que el “plan” va dirigido a la gente honrada que tiene armas legales. Se puede inferir, entonces, que el Estado cree que el verdadero problema de seguridad que tenemos es que la gente honesta con armas legales anda a los tiros por la calle, persiguiendo delincuentes por su propia cuenta.
Paradójicamente, los honestos entregamos las armas que  compramos legalmente cuando estamos seguros de que el Estado funciona. Paradójicamente, podemos decir que en nuestra patria chica casi ningún escobarense entregó su arma por sentirse inseguro.
Angel Reartes (Belén de Escobar)

SR. DIRECTOR:

Desarme Voluntario: Escobar recibió solo 140 armas. Concordia (ER), 470. Escobar tiene más de 210.000 habitantes. Concordia, 140.000. Y El Diario de Escobar dice sin ninguna prepaga vergüenza proselitista: “Exitoso plan de desarme”.

La primera opción de análisis es: en Escobar somos menos tarados y amamos los subsidios pero no comemos vidrio. La opción dos es: en Concordia hay menos inseguridad, entonces no les calienta  hacerse  de unos mangos vendiendo la escopeta del abuelo.

Toda sociedad insegura se refugia en las armas cuando sabe la ineficiencia del Estado en brindársela. En las grandes ciudades, y más aún en el campo, los delincuentes saben quiénes están indefensos, y quiénes son los que conviene evitar. Hasta tienen un código de marcas pintadas en los frentes de cada casa donde indican el “status” de la vivienda.

Por otro lado, el Estado no confía en un pueblo armado y cuestionador de su ineficiencia.

El más claro ejemplo de una sociedad desarmada lo encontramos en la Alemania nazi desde 1931 hasta 1945, pero la violencia y el crimen organizado no fueron la razón para el desarme, porque el delito y los criminales comunes habían sido prácticamente erradicados de las calles. Se hallaban ocupando puestos en el gobierno y en las organizaciones paramilitares como las SS y las SA.

Los gobiernos dictatoriales sufren de un delirio de persecución y siempre temen a las revueltas armadas de sus oprimidos. ¿La mejor solución? Desarmar a los oprimidos. Lo vivimos durante la dictadura, sin ir más lejos.

Pero en el mundo de Siglo 21, las cosas pueden funcionar también  de otra manera.

Prefiero pensar que el deseo y la costumbre de la gente de estar armada responde a la vieja y fundada desconfianza que se tiene de la efectividad de sus fuerzas del orden y de su capacidad de protegerla contra los ataques de los delincuentes.

Aunque, paradójicamente, la presentación de este  programa de desarme voluntario se afirmó con el slogan “es hora de dejar de hacer justicia por mano propia”.

Se supone, entonces, que el “plan” va dirigido a la gente honrada que tiene armas legales. Se puede inferir, entonces, que el Estado cree que el verdadero problema de seguridad que tenemos es que la gente honesta con armas legales anda a los tiros por la calle, persiguiendo delincuentes por su propia cuenta.

Paradójicamente, los honestos entregamos las armas que  compramos legalmente cuando estamos seguros de que el Estado funciona. Paradójicamente, podemos decir que en nuestra patria chica casi ningún escobarense entregó su arma por sentirse inseguro.

Angel Reartes (Belén de Escobar)

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