Cerró Sanatorio Plaza y los empleados decidieron tomar las instalaciones

Es para evitar que los dueños retiren el equipamiento que queda y presionar para cobrar los meses que les deben. “Están coordinando el vaciamiento. Pero ahora no se van a llevar nada más hasta que terminen de pagarnos”, afirman.

En pie de lucha. Un grupo de trabajadores del sanatorio decidió ocupar el edificio hasta que les paguen.

Es para evitar que los dueños retiren el equipamiento que queda y presionar para cobrar los meses que les deben. “Están coordinando el vaciamiento. Pero ahora no se van a llevar nada más hasta que terminen de pagarnos”, afirman.

Con un barbijo en la boca y un nudo en la garganta. Así están los trabajadores del Sanatorio Plaza, que ante el cierre consumado de la institución decidieron tomar el edificio para impedir que los dueños retiren el equipamiento que queda hasta y reclamar los varios meses de sueldo que les adeudan.

Más de una decena de empleados del sanatorio, ubicado sobre la calle Edilfredo Ameghino al 600, en Belén de Escobar, ocupaban este viernes al mediodía las instalaciones del edificio. «La empresa está coordinando el cierre y el vaciamiento, porque ya empezaron a llevarse cosas. Pero ahora no se van a llevar nada hasta que terminen de pagarnos», promete Enzo Barreto, que trabajó más de cuatro años en el área administrativa de la clínica.

En 2017 el sanatorio empezó a ser administrado por la empresa Ferwal S.A. y se dedicó exclusivamente a la atención de pacientes de PAMI. Tenía asignadas siete mil cápitas, por las cuales «recibía mensualmente unos 6 millones de pesos», a valores actuales, calcula.

Desde el 1º de julio, PAMI le transfirió esa cartera de afiliados al hospital municipal Néstor Kirchner (ex sanatorio San Carlos), de Maquinista Savio (ver nota acá). La versión de la empresa es que sin ese ingreso, la clínica es inviable. Pero sus empleados no lo ven tan así, porque la situación ya venía en decadencia hace rato.

En todo caso, fue el golpe de gracia, el último capítulo de un final predecible, que deja a 65 trabajadores en la calle y al sistema sanitario local sin 48 camas de internación, ocho de ellas de cuidados intensivos, en pleno avance de la pandemia de Covid-19.

Cobrar «en cómodas cuotas»

Los relatos de los trabajadores a El Día de Escobar dan cuenta de una precariedad laboral alarmante, cuyo inicio todos identifican con claridad: «Problemas siempre hubo, pero jamás estuvimos como en estos últimos tres años, cuando se hizo el cambio de firma», puntualiza Amelia Chamorro, que entró al comedor de Plaza en 2004.

«Cuando empezó esta empresa éramos 102 empleados. Hoy somos 65. Eran dos enfermeras por piso y terminó una enfermera atendiendo a doce pacientes y una mucama limpiando todo el sanatorio. Era un trabajo esclavo», acota Barreto .

Dicen que la presidente y el vicepresidente de Ferwal S.A. son «dos prestanombres». «Uno de ellos era compañero nuestro y me contó que le pagaron $50 mil para que firmara», asegura Barreto. El que realmente decide es el apoderado Ricardo Mingrone, quien a su vez es director administrativo del sanatorio La Torre, en Vicente López.

«Ya quebró varias clínicas. Está en esa movida», denuncia Barreto. El director médico del Plaza es Antonio Labonia, mientras que el coordinador es Jorge Selva, dos conocidos profesionales de Belén de Escobar. «Ninguno de ellos nunca dio la cara», afirma Nilda Arias, enfermera con seis años de antigüedad en la institución.

Los sueldos promediaban los 18 a 20 mil pesos. «Es la mitad de lo que nos correspondería por convenio», señalan. Pero eso no es lo peor: «Hace 16 meses nos vienen pagando la mitad del sueldo, en cómodas cuotas», apunta Barreto, con ironía y resignación.

La modalidad de pago era semanal: «Nos daban de a cinco mil pesos por viernes. Aunque algunas veces ‘se olvidaban’ y teníamos que esperar a la otra semana. Después nos pagaban un miércoles y si ese viernes preguntábamos por el pago, nos decían que acabábamos de cobrar», cuenta Arias, indignada.

La situación del plantel profesional -unos treinta- no era mejor. No pertenecían a la plantilla de personal sino que trabajaban como independientes y le facturaban a la clínica. También les pagaban a los premios, con suerte. «Especialista que venía, especialista que no cobraba. Ya cuando los llamabas, ninguno quería venir», agrega la enfermera.

En el último tiempo, además, les responsables del sanatorio prometían que todo iba a cambiar para bien: «Estamos por cerrar el convenio con IOMA, falta una firma. Ahí vamos a poder ponernos al día y pagarles lo que les corresponde», les decían. Pero esa luz al final del túnel nunca llegó.

Solos y desorganizados

Contra los avasallamientos crónicos que sufrían, los trabajadores de Plaza no tenían o no sabían cómo ni a quién reclamar, porque les impedían organizarse sindicalmente. «No nos dejaban tener delegados gremiales. Al que se presentaba, lo echaban», afirma Arias.

Varias veces acudieron al Ministerio de Trabajo: «Estuvieron acá pero no nos solucionaron nada, arreglaron con la empresa, igual que el Sindicato de Sanidad», denuncian.

«Los que reclamábamos éramos una minoría, los demás tenían miedo de perder el trabajo», lamenta Nicolás Barreto, que entró como camillero hace un año y medio. Fue uno de los que promovió las jornadas de «brazos caídos» de principio de año, un plan de lucha que debieron suspender por el Covid-19.

«Cuando empezó acá la pandemia no teníamos insumos para trabajar: camisolines, mascarillas, cofias ni botas. Hasta que hicimos denuncias y vinieron a inspeccionar. Fue siempre un maltrato, nunca se preocuparon por el personal ni por los pacientes», sostiene.

La decisión de PAMI de transferir los siete mil afiliados que se atendían en Plaza al hospital Kirchner, precipitó un desenlace casi cantado: el cierre definitivo.

«La cosa ya venía mal y empeoró ahora, cuando el Municipio tomó el control del sanatorio San Carlos y PAMI le dio las siete mil cápitas que se atendían acá», afirma Enzo Barreto. Y agrega: «Todas las camas se usaban para PAMI».

Para Nicolás Barreto, en cambio, «la empresa pone de excusa el trema de PAMI y dice que el Municipio le robó las cápitas, pero no es así. Porque no pusieron especialistas, no invirtieron en infraestructura, no había cirugía de urgencia. La mayoría de los pacientes, que eran muy graves, se derivaban. Y esa era plata que se le quitaba a la cápita».

Plan de lucha y objetivos

El edificio de la clínica está vacío. A partir del 1º de julio los pacientes que estaban internados fueron derivados y ahora sólo quedan ellos, los trabajadores que este viernes decidieron ocuparlo para presionar por el pago de los meses que les deben. «El último sueldo que terminamos de cobrar es de marzo», comentan varios de ellos. A algunos les deberían más.

Dicen que Mingrone les prometió: «Cerramos, cobro los cheques de PAMI y les pago lo que les debo». Supuestamente, el cese formal sería el 31 de agosto y la empresa presentaría quiebra a partir del 1º de septiembre.

También dicen que el apoderado les aseguró que hay «dos posibles compradores que reincorporarían al personal». Pero no saben más nada de eso.

Buscando una solución, un grupo de empleados se reunió semanas atrás con funcionarios municipales. «Nos dijeron que el intendente no está interesado en la clínica. Y nos propusieron un contrato temporal, de tres meses, por 25.000 pesos». Por ahora, las opiniones están divididas entre aceptar o rechazar el ofrecimiento. Son temas que se irán definiendo con de correr de los días.

El plan inicial es «ir rotando para mantener tomada la clínica, hacer una olla popular y alguna manifestación». Llevar adelante un plan de lucha sin respaldo gremial y en medio de la pandemia será un gran desafío.

Por Ciro D. Yacuzzi

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