Adrián y Ricardo Bardaggi son productores forestales. El fuego arrasó con sus 36 hectáreas de plantaciones y casi llega a sus viviendas. “Veinte años de laburo tirados a la basura”, señalan, al borde del llanto.
En medio de la ola de los incendios intencionales que arrasan desde hace varias semanas al Delta del Paraná, el fuego llegó el viernes a la tarde a las islas de Escobar. Y aunque fue neutralizado por los bomberos en menos de doce horas, el enorme daño que provocó dejó secuelas que en algunos casos serán imborrables.
“Perdimos todo. Veinte años de trabajo tirados a la basura”, se lamenta Adrián Bardaggi, quien junto a su hermano Ricardo se dedica a la producción forestal. Ambos tuvieron el viernes uno de los peores días de sus vidas, viendo cómo el fuego avanzaba desde el parque nacional Ciervo de los Pantanos, en la localidad de Otamendi, hacia el campo de ellos, distante unos seis kilómetros de esa área protegida, favorecido por el viento.
“El campo nuestro se quemó todo. Son 36 hectáreas, no quedó nada. Solo se salvó un monte, que será media hectárea de álamo”, amplía el productor isleño ante las cámaras de El Trece y TN, que lo entrevistaron entre las cenizas que quedaron esparcidas sobre todo el suelo, retratando el estrago causado.
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No hay consuelo, imposible. “Uno tiene acá 10, 20 años de laburo. Nosotros ya somos cuatro generaciones laburando en la isla. Falleció mi padre y nosotros seguimos con su laburo. Ahora hay que volver a arrancar todo de vuelta”, señala Bardaggi. Según su cálculo, recién en diez años podrán cortar y vender la madera de lo que planten ahora.
Pese al dolor y el desconsuelo, los hermanos saben que las cosas podrían haber sido todavía peores, porque el fuego pasó muy cerca de sus viviendas. “Estuvimos a nada de perder la casa. Lo atajamos como pudimos, con motobombas, mangueras… No había manera de pararlo con el viento”, señalan.
La inmensa cortina de humo que el viernes a la tarde se vio en todo Escobar y llegó hasta la Capital Federal provenía de sus campos y de otro sector también próximo al Río Luján.
Además de dedicarse a la producción forestal, los Bardaggi son miembros activos del cuartel de bomberos voluntarios de Belén de Escobar. Con la ayuda de sus compañeros, pudieron evitar que la desgracia tuviera una dimensión mayor.
El dolor por lo perdido se acentúa ante la certeza de que detrás de los incendios hay manos anónimas, de quienes quizás jamás se sepa nada. “Esto no se generó solo, no fue una botella de vidrio en enero con 35 grados. Esto lo generaron a propósito”, sostiene Ricardo.
Cuando el incendio se extinguió, empezó el duelo. “Estuve sábado y domingo que no servía para nada. Tenía bronca, indignación, rabia… Es muy doloroso esto”, concluye Adrián, al borde del llanto.
Por Ciro D. Yacuzzi
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