Falleció a los 92 años Tomás Seminari, un escobarense enamorado del teatro

“Constantemente quisiera estar arriba de un escenario. Ahí me siento realizado y viví los mejores momentos de mi vida”, afirmaba “Tomasito”. En 1998 el teatro municipal fue bautizado con el nombre de este querido vecino en reconocimiento a su trayectoria.

Bohemio. «La vida mía es el teatro, la milonga y el tango», decía Seminari (foto: Ricardo Pedersen).

“Constantemente quisiera estar arriba de un escenario. Ahí me siento realizado y he vivido los mejores momentos de mi vida”, afirmaba “Tomasito”. En 1998 el teatro municipal de Escobar fue bautizado con su nombre.

Una noticia difundida a través de las redes sociales entristeció esta tarde a la comunidad escobarense: el fallecimiento de Tomás Hugo Seminari, un vecino muy querido por todos y cuyo nombre se convirtió en sinónimo del teatro vocacional.

“Vicio”, “enfermedad” y “medicina”. Con esas palabras describía “Tomasito” su eterna pasión por el teatro, esa que se le despertó de chico y lo acompañó con la misma intensidad durante toda la vida. “A los 10 años entré por primera vez a lo que hoy es el teatro municipal y desde ahí siempre soñé con subir al escenario”, contaba a la revista DIA 32, en una entrevista publicada en abril de 2010.

Nieto de italianos e hijo de Tomás Seminari y Juana Mainini, había nacido el 1º de enero de 1923, a la hora del brindis. Hizo sus estudios primarios hasta cuarto año y cuando no quiso seguir yendo al colegio su padre lo puso a trabajar con él repartiendo carne en su carro. “En aquel entonces en Escobar vivíamos en otro mundo”, recordaba.

Después trabajó durante treinta años en el Ferrocarril Central Argentino y otros 23 en la agencia de seguros de su primo-hermano, Hugo Pedro Seminari. Por necesidad, también trabajó cinco años en la policía privada. “Ese ambiente no era para mí, pero estaba atravesando un bajón económico enorme”, acotaba, como excusándose.

Su primera presentación oficial sobre un escenario fue a los 19 años, en el Club Independiente, con la dirección de Roberto Martelli. “Nosotros éramos actores filodramáticos. En cada función teníamos 550 personas, pero ahora no hay público ni intérpretes para hacer tragedia”, analizaba, comparando el presente con las épocas doradas del teatro vocacional. A lo largo del tiempo actuaría con diversos elencos, en obras de todo tipo, donde siempre se destacó por su carisma, sensibilidad y emotividad.

“Tomasito” también protagonizó una película: “Pajarito, el loco de las alas”, dirigida por el cineasta local Juan Carlos Villalba. El film, íntegramente rodado en Escobar y del cual también participaron otros actores y vecinos del pueblo, se estrenó en noviembre de 1989. Además, fue un gran recitador de glosas: “La vida mía es el teatro, la milonga y el tango. ¡Yo escucho tango y lloro!”, confesaba.

En junio de 1998, el entonces intendente Luis Patti bautizó con el nombre de este histórico vecino al teatro municipal. Y allí “Tomasito” sintió que quedaba a mano con la vida y con él mismo. Hasta entonces no había dejado de reprocharse haber dejado pasar el único ofrecimiento que recibió para dedicarse de lleno a su gran amor, el teatro, de manera profesional.

Sobre su carrera, en aquella entrevista con DIA 32 decía: “No me interesa si soy buen o mal actor, lo que me importa es lo que siento y cómo lo transmito. Yo tengo la suerte de saber llegar a la sensibilidad de la gente, pero no por lo que represente en sí como actor sino por cómo me conduzco. Y eso sí que me lo valoro. Algunos tienen llenos los bolsillos, pero adentro no tienen nada”.

En escena. Décadas atrás, en plena actuación en una obra teatral (Foto: Museo Agustín Campiglia).

“Profesional es el que vive de su trabajo, pero actores somos todos. Nadie me va a decir que yo, por más malo que sea, no soy mejor que algunos que están en televisión”, sostenía. Y en una frase dejaba sellada su devoción por el mundo de las tablas y los camarines: “Constantemente quisiera estar arriba de un escenario. Ahí me siento realizado y he vivido los mejores momentos de mi vida. Tengo un amor exagerado por el teatro, es parte de lo que llevo adentro”.

“Tomasito” bromeaba al recordar una célebre tapa de El diario de Escobar donde erróneamente se anunciaba que había fallecido, en 2002. “Si no se me complican todos los males que tengo, hasta los 95 llego”, calculaba. Pero su salud no dio para tanto y quedó a tres años de llegar a esa curiosa meta que se había trazado.

Pese a su ausencia física, el legado de “Tomasito” será imposible de olvidar. El solo hecho de que el único teatro de Escobar lleve su nombre será suficiente para eternizar el recuerdo de este gran hombre, siempre sencillo, humilde y afable, así como entregado con pasión, corazón y alma a sus vocaciones artísticas.

Sus restos están siendo velados en una cochería de la calle Travi y este martes a las 10 el cortejo fúnebre se detendrá frente al teatro, donde se está convocando a que la ciudadanía lo despida con un cálido aplauso antes de que “Tomasito” sea inhumado en el cementerio de la ciudad.

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