Idolos de barro

SR. DIRECTOR: El jueves por la tarde estaba soleado y salí a caminar. Al llegar a la esquina de la plaza San Martín -Asborno y Tapia de Cruz- se encontraban unos jóvenes que recolectaban firmas para apoyar un petitorio, y sus banderas de color negro, rojo y amarillo, pertenecían a un frente que desea renovar […]

SR. DIRECTOR:

El jueves por la tarde estaba soleado y salí a caminar. Al llegar a la esquina de la plaza San Martín -Asborno y Tapia de Cruz- se encontraban unos jóvenes que recolectaban firmas para apoyar un petitorio, y sus banderas de color negro, rojo y amarillo, pertenecían a un frente que desea renovar el país.

Se le acercaron dos jóvenes identificados con remeras de “Descamisados Peronistas” y mantuvieron por unos instantes una amena charla.

Uno de los jóvenes que atendían la mesa comenzó a testimoniar que la gente se acercaba a firmar automáticamente sin saber qué firmaba, y solo lo hacía por la identificación de la mesa con la promesa renovadora. Luego de consultar a algunos firmantes que efectivamente corroboraron que firmaban para apoyar a… pero no podían explicar qué firmaban.

Ante la consulta de los jóvenes de Descamisados de por qué realizaba una tarea sabiendo que la gente firmaba sin conocer la consecuencia, contestó que estaba allí porque él era un revolucionario, que seguía a un edil recién electo y que no le importaba con quién cerrara filas el edil, sea con Patti o con Néstor -por Kirchner-, que él iba a estar allí.

Pasados unos minutos de la autodefensa, tal vez advertido por algún otro integrante “renovador” que visaba esta escena igual que yo, se acercó un joven electo, cuyo apellido dicen que hace honores al absolutismo, quien con el ceño fruncido se dirigió al joven “junta firmas” vociferando: –¿Qué hacés hablando con los peronistas? ¡Sentate ahí que te pago para estar acá! (sic).

Los jóvenes descamisados miraron asombrados, y seguramente sintiéndose más cómodos en su espacio de militancia que el pobre joven “junta firma” que tuvo que soportar, junto a otros dos compañeros de mesa, el abuso del concejal pagador para seguir cobrando… perdón, quise decir militando en el espacio que renovará la política, o al menos, bajo esta y otras formas que desconocemos, intentará hacerlo.

La tarde continuó soleada para mí, pero no para el joven sentado en la mesa que seguramente se habrá quedado preguntando si ser revolucionario en estos tiempos obedece a tener que pasar estos momentos tan desagradables.

Ariel J. Spadaro (Belén de Escobar)

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