Miles de vecinos se volcaron a las plazas para celebrar la coronación de la Selección en el Mundial de Qatar. Una mezcla de emoción, desahogo y felicidad colectiva en un día único, histórico e inolvidable.
Cuando el derechazo cruzado de Gonzalo Montiel tocó la red hubo un microsegundo de silencio, un instante de incredulidad tanto para los millones de hinchas argentinos que estaban frente al televisor como para las 40.000 almas que se adueñaron de las tribunas del estadio Lusail, en la final del Mundial de Fútbol de Qatar. Ese lapso le dio el paso a la euforia y la emoción desatada: ¡¡¡Argentina es campeón del mundo!!!
Esa misma euforia se vio en las calles de todo el país y, por supuesto, también del partido de Escobar, que se tiñeron de celeste y blanco. Más precisamente en las plazas y los lugares donde estuvieron instalados los fan fest transmitiendo la electrizante final ante Francia, que culminó con el combinado nacional levantando la Copa del Mundo por tercera vez en su historia.
Fue un encuentro no apto para cardíacos -muletilla gastada por el periodismo deportivo pero que aplica perfectamente para este caso- en el que Argentina no mereció sufrir tanto. Fue tres veces arriba en el marcador, dominó gran parte del juego y obligó a que el entrenador rival, Didier Deschamps, quemara sus manuales de fútbol y metiera dos cambios a los 40 minutos del primer tiempo.
Como dice el tango Naranjo en Flor, primero hay que saber sufrir… Y los hinchas padecieron más que nadie la exhibición de Kylian Mbappé, que tiró del carro y llevó a Francia a los penales. No obstante, de la mano del “Dibu” Martínez, Argentina tuvo su revancha: la tercera estrella sobre el pecho.
La caravana interminable de festejos empezó en Doha y viajó más de 13.300 kilómetros hasta el partido de Escobar, donde la celebración empezó apenas terminado el partido y se extendió hasta altas horas de la noche.
Una multitud se reunió en los centros urbanos de cada localidad -la mayor concentración fue en la ciudad cabecera- para vitorear a Lionel Messi, cantar por la Scaloneta y disfrutar de un momento único en la historia. La alegría por el título se mezclaba con una sensación de desahogo y emoción incontenibles.
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Los más jóvenes se sacaban la espina y lo vivían por primera vez, mientras que los que peinan canas rememoraban las proezas de Mario Alberto Kempes y Diego Armando Maradona. Tuvieron que pasar 36 años de espera y más de 120 minutos de sufrimiento, pero el sueño está cumplido.
Uno de los hinchas que vibró y festejó a puro abrazo fue el intendente interino Carlos Ramil, quien tuvo asistencia perfecta durante el Mundial y no se perdió ni un partido en los fan fest organizados por el Municipio.
Es cierto que hubo algunos desmanes, gente que no sabe (o no quiere saber) cómo disfrutar de un momento así, y personas que arriesgaron sus vidas subiéndose a techos, postes de luz y árboles.
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De hecho, una de tantas postales curiosas e insólitas que dejó la celebración tuvo de protagonistas a los bomberos voluntarios de Escobar, quienes quedaron en medio de la multitud cuando se dirigían a apagar un incendio forestal en la zona isleña por la avenida Tapia de Cruz.
Pero todo ese tema va a quedar para otro artículo. Nada va a empañar la felicidad de los argentinos, que se manifestó a flor de piel en todos los hinchas que coparon el centro de Escobar con camisetas albicelestes, banderas, bombos y redoblantes. La ilusión de la tercera estrella se materializó y es una realidad.
Esa misma felicidad es la que tiene el puñado de vecinos escobarenses que fue hasta Qatar, epicentro del fútbol mundial en el que el plantel de Scaloni dejó grabado su nombre en el oro. Entre ellos, como un hincha más, también estuvo Nicolás González.
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Con mucha mala suerte, el joven futbolista oriundo del barrio Stone se quedó afuera días antes de que arranque el Mundial por una lesión muscular. Sin embargo, regresó a medio oriente para vivir la final junto a sus compañeros y tuvo recompensa: levantó la Copa del Mundo y dio la vuelta olímpica con Messi y compañía. El fútbol da revancha y seguramente el volante de la Fiorentina tendrá la oportunidad de vestir la camiseta celeste y blanca en el próximo Mundial.
Luego de una escala en Roma, el vuelo que trae de regreso a la Selección al país continúa en viaje. Se estima que llegará en la madrugada de este martes, pero la fiesta no se detiene. De hecho, en Escobar se decretó un asueto administrativo para que este lunes puedan seguir los festejos.
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Una caravana esperará a sus héroes en Ezeiza y los acompañará hasta la Casa Rosada, el Obelisco o donde sea. En una fecha atípica para los mundiales, los brindis de Navidad y Año Nuevo tendrán un sabor diferente y darán una tregua para un país acostumbrado a ser bombardeado por noticias negativas.
Que los lectores disculpen la siguiente expresión, pero es el fiel reflejo de todos los jóvenes que crecieron escuchando historias de hazañas pasadas y por fin pudieron festejar y desahogarse junto a familiares y amigos: ¡Vamos Argentina, carajo!
Por Alejo Porjolovsky
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