El Tribunal en lo Criminal Nº2 de Campana sentenció a Héctor Montero por el aberrante asesinato del menor Uriel Rodríguez, cometido en agosto de 2019. También lo encontró culpable de haber abusado de una hermana del pequeño.
El Tribunal en lo Criminal Nº2 de Campana condenó este martes a cadena perpetua al jardinero que en 2019 asesinó a su hijastro de 2 años en la localidad de Matheu. Los magistrados lo encontraron culpable de “homicidio agravado” y de haber abusado sexualmente de una hermana de la víctima, también menor de edad.
El fallo fue emitido por los jueces Daniel Rópolo, Facundo Puente y Mariano Chausis, quienes sentenciaron a Héctor Esteban Montero (31) por el aberrante asesinato de Uriel Rodríguez, su hijastro de 2 años, perpetrado en una humilde vivienda en la que también habitaban la madre de la víctima y dos hermanitos.
El escalofriante caso salió a la luz el 30 de noviembre de 2019 y tuvo una inmediata repercusión por sus terribles circunstancias. Casi cuatro meses antes, el 17 de agosto, el hombre mató de un golpe en la cabeza a su hijastro y lo enterró en un terreno baldío ubicado cerca de la casa, sobre la calle Colón.
En un momento Montero pensó en prender fuego los restos de Uriel. “No, quemarlo no. Por favor. Vamos a enterrarlo”, le respondió Tatiana Pascarelli, su pareja y madre del chico, que en ese momento estaba embarazada y a punto de dar a luz.
El hombre cargó el cuerpo del pequeño y cruzó al descampado que está justo frente a la casa junto al resto de la familia. “Vos ayúdame a hacer el pozo o te fajo”, le dijo a uno de sus hijastros, que no tuvo otra alternativa que obedecer.
Una frase del padrastro quedó en la mente de los hermanos: “El que llega a decir o contar algo, termina igual que el nene”. Los chicos juraron no decir nada para sobrevivir, al igual que la madre. Sin embargo, el pacto de silencio se terminó rompiendo.
El crimen comenzó a develarse porque uno de los hermanitos, de 14 años y que mendigaba en vía pública, le comentó el episodio a la propietaria de una fiambrería, a quien conocía. Había entrado a su comercio a pedirle comida, pero se quebró y, ante las preguntas de la mujer, confesó el asesinato. A su vez, le dijo que había presenciado el momento en que la pareja de su mamá enterraba al pequeño.
«Yo estaba atendiendo el negocio cuando vi al chico en la puerta. No era la primera vez que venía a pedirnos. Esta vez lo vi bastante desmejorado, como triste. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que si no llevaba plata a la casa le iban a pegar”, contó la dueña del comercio, Roxana. “Luego se puso a llorar y me dijo que el padrastro había matado a su hermanito y que lo habían enterrado en un baldío. No podía creer lo que estaba escuchando. Le pregunté si se animaba a repetir lo mismo con la policía y me dijo que sí. Entonces llamamos a la comisaría”, agregó.
Las indicaciones del chico permitieron que la Policía encontrara el cadáver y detuviera a Montero. El fiscal Gonzalo Ferreiros, a cargo de la investigación, no capturó a la madre de los menores, ya que la consideró víctima de violencia de género por parte de su pareja.
Uno de los investigadores que participó del hallazgo destacó la precisión del menor para señalar el lugar en el que estaba enterrado Uriel: “Llevamos perros de búsqueda, pero no hicieron falta. No nos costó mucho encontrar el cuerpito, estaba envuelto en una sábana, a unos 30 centímetros de profundidad”, relató.
La forma en que el padrastro quedó detenido fue un tanto curiosa. Casi al mismo tiempo que la Policía descubría el cadáver del bebé y los efectivos se preparaban para buscar a Montero, llegó una comunicación desde la Subcomisaría de la localidad. El hombre se había presentado junto a su pareja para denunciar la desaparición del adolescente que, por supuesto, no había vuelto a su hogar. El fiscal ordenó su arresto, acusado del delito de homicidio doblemente agravado por ensañamiento y alevosía.
Maltratos diarios y torturas
En la declaración informal que realizó ante el fiscal, el chico fue claro en señalar que el asesino de su hermano había sido Montero. También contó que su madre estaba al tanto de todo, pero que no había participado del homicidio.
Ante los investigadores, el menor contó el tipo de maltratos que él y sus hermanos debieron padecer por parte de esta bestia. Desde golpes por no llevar plata hasta dejarlos sin comer. Incluso reveló que en pleno invierno los castigó dejándolos desnudos en el patio, expuestos a temperaturas muy bajas.
“Muchas veces nos ponía contra un rincón y no nos dejaba dormir. Estábamos parados toda la noche. Tampoco nos daba de comer, a veces era solo agua. Mi hermanito estaba empezando a dejar los pañales y a veces se hacía pis encima, entonces él se enojaba y no le daba de comer o le pegaba. Yo creo que mi hermano se murió de hambre”, afirmó.
La mamá de la víctima declaró en condición de testigo. En su relato contó una serie de maltratos y vejaciones a las que fue sometida por parte de su pareja durante años. Estas situaciones coincidieron con los dichos del hermano de Uriel, lo que le dio mayor verosimilitud al relato. Entre otras cosas, expresó que era permanentemente golpeada y que cuando su pareja salía de la casa la dejaba encerrada con un candado. Sin embargo, nunca lo denunció.
Pascarelli confesó que sabía del asesinato y que lo ocultó por miedo. En base a esas palabras, el fiscal Ferreiros decidió no imputarle ningún delito y dejarla en libertad.
“Desde la fiscalía entendieron que, a pesar de que la mujer estaba al tanto y ocultó el crimen, lo hizo por estar sometida a violencia de género y amenazas. Es una decisión que genera polémica”, analizaron desde tribunales.
No obstante, algunos vecinos consideran que fue cómplice de la muerte de su hijo: “Ella no era ninguna santita. Sabía perfectamente lo que pasaba y nunca la vimos golpeada como sí vimos a los chicos”, sostuvo una vecina, que no quiso revelar su identidad.
Otra mujer, que vivía junto a la casa donde ocurrió el crimen, relató su experiencia como vecina: “Los dos maltrataban a sus hijos, no era él solo. Yo vi cuando ella le pegaba al nene diciéndole que no vuelva si no le daban plata. Ella dejaba mucho que desear como madre. Mo hacía nada cuando los nenes se quedaban afuera muertos de frío en penitencia porque se portaban mal”.
Algunos vecinos también sembraron dudas sobre Abel Rodríguez, el padre del menor asesinado, quien una vez que se conoció el hecho se acercó a declarar a la Fiscalía de Escobar. “He visto a mi hijo golpeado meses atrás. Hice la denuncia en Niñez pero nadie me puso atención. Iba a la casa a verlo, pero me lo negaban. Cuando iba a verlo siempre estaba durmiendo o no estaba. Y en realidad era que ya estaba muerto”, manifestó el hombre, que junto a familiares y allegados participó de una manifestación frente a la fiscalía.
Condena ejemplificadora
Héctor Esteban Montero fue detenido luego del desgarrador testimonio de su hijastro y en esa condición se mantuvo durante tres años, a la espera del juicio. Luego de dos días, el Tribunal en lo Criminal Nº2 de Campana lo condenó a cadena perpetua por los delitos de “homicidio agravado” y “corrupción de menores agravada”.
El hombre fue juzgado tanto por el crimen de Uriel como por haber abusado sexualmente de su hermana, también menor. En un principio, ambas causas iniciaron por separado, pero finalmente se unificaron.
Para llegar a la sentencia fueron clave los testimonios de los menores, obtenidos a través de la cámara gesell, que fueron considerados como medidas de prueba.
A pesar de la cantidad abrumadora de elementos en su contra, Montero en todo momento se declaró inocente, incluso al momento de pronunciar sus palabras finales antes de que los jueces determinaran el resultado del veredicto.
Mientras tanto, la madre de los hijos continúa en libertad, aunque uno de los jueces no consideró que fuera víctima de violencia de género. Por lo pronto, sus hijos seguirán viviendo en un hogar de niñez, sabiendo que el asesino de su hermanito pasará un largo tiempo tras las rejas.
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