El enemigo íntimo: de la adulación a la traición política

Un líder carismático que intenta limpiar la imagen de un pasado que avergüenza a su país termina implosionando por un impensado infiltrado. Por Ricardo Choffi.

Era una pesada carga que los avergonzaba, había que encontrar una figura para contraponer al recuerdo imborrable de un asesino que encabezó un gobierno que realizó el más cruel exterminio racial. Los sucesivos herederos quizás se le parecían demasiado. La dirigencia de la Alemania Democrática de la posguerra, aun dividida de Alemania Oriental, debía convencer al mundo que Adolf Hitler y el nazismo eran una etapa superada y ya inexistente.

Creyeron encontrarlo en el ascendente alcalde de Berlín, Herbert Karl Frahm, que a los 48 años estaba en la plenitud física e intelectual. De figura jovial, mirada azul, confiable, un discurso prolijo y carismático. Tenía buenos amigos del otro lado del océano como un tal John F. Kennedy, líder de su misma generación. Huyendo de la persecución nazi adoptó un simpático seudónimo: “Willy Brandt”, que descontracturaba la tradicional rigidez germana.

Fue elegido canciller en 1969 y realizó una activa política económica que le devolvió a su país el status de potencia. También logró el objetivo de cerrar viejas heridas con el Estado de Israel. Los medios del mundo registraron cuando Brandt, arrastrándose de rodillas en postura de súplica y con ojos llenos de lágrimas ante un monumento al holocausto, rindió homenaje a sus víctimas. Esta imagen conmovió a la influyente comunidad judía internacional. Prontamente se le otorgó el Premio Nobel de la Paz.

Willy, social demócrata, está en la cúspide de su popularidad y preocupa a la derecha ortodoxa. Se incorpora a su círculo íntimo un hombrecillo gris, hiperactivo, entrador, eficaz, de sonrisa fácil y palabras siempre adulonas, se gana la confianza de Brandt. Lo acompaña en los viajes oficiales y hasta comparte los descansos con su familia. Desde que Günter Guillaume irrumpe en la intimidad del canciller, comienzan los desaciertos en la política exterior y hasta en su vida privada.

Nadie desconfiaba del cordial hombrecillo hasta que el propio hijo de Brandt, de tan solo 12 años, comentó que Günter y su esposa perturbaban su sueño, ya que escribían a máquina toda la noche en una habitación contigua.

Los organismos de inteligencia ahora sospechan y lo investigan. Guillaume resultó ser un espía de Alemania Oriental. El enemigo estaba al tanto al detalle de los más sensibles secretos de Estado. Semejante escándalo desmorona emocionalmente a Willy Brandt, sus adversarios lo obligan a renunciar. Falleció en 1992. Cuentan que su traidor asistente acudió en su despedida.

Siempre la historia nos regala un espejo que refleja nuestra realidad. Halagadores profesionales a la luz del día emiten su canto de sirena y sacuden su cola de cascabel, pero en la oscuridad de la noche, ocultos en las tinieblas, informan calamidades a sus verdaderos jefes. Acumulan pacientemente el mortal veneno para inyectarlo a traición en el momento propicio, temerosos de perder sus privilegios, a la yugular de sus peores enemigos: lo nuevo, el progreso y la esperanza.

Hasta la victoria…

Por Ricardo F. Choffi

Agrupación “Arturo Jauretche” de Escobar

ricardo@jauretche.org.ar

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