En 1965 el centro comercial escobarense era sobre Tapia de Cruz, entonces llamada La Real, desde las vías hasta la plaza. Ese era el polo céntrico de aquel pueblo, hoy con aires e infraestructura de ciudad. La Rivadavia era otra calle transitada, por la terminal de colectivos y el movimiento que eso significaba.
Era muy difícil encontrar locales disponibles para abrir nuevos emprendimientos y nadie quería alejarse de esas arterias. En la esquina de Colón y Tapia había una tintorería a cargo de Ricardo Hioshimitsu y ese lugar era lo más soñado por Alfredo González (82), quien había recibido el ofrecimiento de un allegado de la familia para instalar una tienda de ropa para hombres. La idea le encantaba, pero dependía del lugar donde se abriera…
Desde los 16 años Fredy trabajaba como vendedor en Grandes Sastrerías Arte, curiosamente ubicada en esa misma esquina, pero sobre la vereda de enfrente. Para él, el desafío era enorme: dejar su lugar de comodidad, abrir uno propio y pasar a ser competencia de la firma donde llevaba seis años.
“Me inicié en Arte como cadete, limpiando los pisos. Después fui ascendiendo a medio vendedor, vendedor y llegué a ser encargado del negocio. Hasta que Enrique D´Angelo, que era uno de los dueños de la compañía La Isleña, y amigo de mi padre, me ofreció ponerme un negocio de ropa masculina. Me dijo que por la parte económica no me hiciera problema, que yo me ocupara de manejarlo. Él ponía el capital y yo el trabajo”, narra “Fredy”, con gran memoria, sobre aquellos inicios.

Los dueños de esa preciada esquina donde estaba la tintorería era la familia Casanova. Con ellos negoció D´Angelo para que el inquilino se fuera, “debiendo varios meses de alquiler”, según González. Dejar el local libre tenía un precio. Se pagó: conseguirle una casa para que el tintorero se mudara, a una cuadra de la avenida San Martín. Así se logró que el céntrico inmueble quedara deshabitado.
Se tiró todo abajo y se encaró la construcción de un local espacioso y luminoso, ideal para la boutique de ropa de hombre que soñaban Enrique y Alfredo, con cinco vidrieras y muebles de petiribí lustrado. El miércoles 16 de junio de 1965 abrió sus puertas. “Tenía que poner algo de envergadura, porque con un local chico no podía competir con Arte. Tuve la suerte de que mi clientela me siguió. Además, hice un cambio de moda, una revolución. Traje ropa más moderna, con nuevas fábricas, y la juventud me siguió. El negocio funcionó muy bien de entrada”, le cuenta el comerciante a El Día de Escobar.

Durante 29 años Henry Sport estuvo siempre en esa misma locación, vistiendo varias generaciones con calidad y elegancia. En ese tiempo aquellos que lucían saco y corbata pasaban inexorablemente por el negocio, que combinaba buen precio y primer nivel de indumentaria. Según su dueño, la época de oro fue entre los ‘70 y los ’80.
Con los años, D´Angelo se abrió de la sociedad y le vendió su parte a González, que le fue pagando en cuotas hasta completar el valor. “Fue mi segundo padre, sin él no hubiese podido hacer lo que hice. Yo no tenía un mango y él me ayudó para que despegara”, confiesa el vecino escobarense.

Una mudanza definitiva
En 1994 Henry Sport se mudó a Mitre 540, a media cuadra de Tapia de Cruz, donde aún continúa la historia. Con local propio, pero más reducido a lo que habían sido sus años dorados. Claro, los hombres cada vez usan menos trajes, la vestimenta para ir a trabajar a empresas y oficinas cambió y el rubro entró en franco descenso, perjudicando a varias tiendas.
“Entre 2001 y 2002 prácticamente me fundí. Ahí se me ocurrió la idea de empezar a alquilar trajes. Esa fue otra mano que me dio Dios. Hasta el día de hoy funciona y viene gente de todos lados: de Pilar, Campana, Savio, Benavídez, porque un traje sale mucho y ya no se compran”.

Desde 2019 el local es atendido por su nieto, Nicolás, y su novia, Agustina. “Yo ya no tengo la paciencia que tenía en otra época, por eso atienden ellos. No vengo nunca, solo hoy para esta nota (risas), me desligué completamente”, suelta Fredy. “Alquilamos para cumpleaños, casamientos, eventos, Lo entregan arreglado, planchado, todo. Por poca plata están bien vestidos, hasta zapatos tenemos, menos camisas. Mientras ellos quieran seguir atendiendo, Henry Sport va a seguir funcionando. Es un legado familiar”, afirma, con satisfacción.
“Nunca pensé que iba a llegar a los 60 años del negocio. Estoy entre los 10 comercios más antiguos de Escobar, sin cerrar. Es un orgullo”, sostiene, sin dejar de emocionarse al repasar una trayectoria intachable y el cariño de su clientela.

Los jugadores de Boca, clientes de lujo
El día de la inauguración de la tienda, el lugar estaba abarrotado de gente y la sorpresa total fue cuando ingresaron dos reconocidos futbolistas de Boca: Antonio Rattín y Antonio Roma.
D’Angelo conocía a Rattín desde joven, a través de su amigo Pedro Vallier, cuando jugaba en Tigre. Es más, el aguerrido mediocampista jugó en la Sociedad de Fomento de Villa Vallier durante un par de años, en la Liga Escobarense, cuando el presidente era Alfredo González, padre de Fredy. Después pasó a Boca, donde fue capitán e ídolo, y a través de su amistad con D´Angelo visitó el negocio. Trajo a Roma, ex arquero xeneize, y se sacaron fotos con todos los vecinos, que no podían creer su buena suerte.

“Lunes por medio venían a comer asado con nosotros a la isla. Rattín siempre traía a algún jugador, de Boca o de otros clubes, venía con amigos”, recuerda Fredy. Una anécdota que quedó vigente, más allá del tiempo transcurrido.
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