La tragedia de una familia escobarense que sufrió tres muertes por coronavirus

En menos de un mes, Damián Macías perdió a su madre y a dos hermanos. “Daría mi vida porque ellos estén acá”, afirma, conmovido pero entero. El relato de la pesadilla y su mensaje: “Este virus nos debe servir de aprendizaje para valorar las cosas más básicas”.

Ausentes. Elvira, Edgardo y Susana fueron víctimas fatales del Covid-.19. Ninguno supo lo que le pasó al otro.

En menos de un mes, Damián Macías perdió a su madre y a dos hermanos. “Daría mi vida porque ellos estén acá”, afirma. El relato de la pesadilla y su mensaje: “Este virus nos debe servir de aprendizaje para valorar las cosas más básicas”.

En solo veinte días, Damián Macías (37) perdió a su madre y a dos de sus cuatro hermanos, todas víctimas del coronavirus. La pandemia fue letal y dejó huecos irremplazables en esta familia escobarense. Una espantosa pesadilla que nadie podría imaginar vivir, pero que le tocó enfrentar y de la que trata de reponerse para salir adelante, a pesar de todo.

El 24 de septiembre falleció su hermano Edgardo (60), 24 horas después su madre Elvira (79) y el 14 de octubre su hermana Susana (55). “Daría mi vida porque ellos estén acá”, afirma Macías. El ex concejal y otrora director de la Juventud del Municipio durante la intendencia de Sandro Guzmán recibió en su casa a El Día de Escobar para dar testimonio de esta dolorosa experiencia y concientizar sobre la gravedad de la pandemia, que cierto sector de la sociedad pareciera subestimar.

“Cuando empezó la cuarentena lo primero que hicimos con mi hermana fue atrincherar a mi mamá, hacerle los mandados, pagarle sus cuentas, para que no salga. Hace dos meses había empezado con un dolor en el vientre, le descubrieron que le había salido un tumor en la vejiga. Antes de operarla le hacen el hisopado, le dio negativo y se interna en el Hospital Néstor Kirchner, para la operación”, relata.

“Había salido todo bien. Al día siguiente de la intervención me llama mi mamá para que me acuerde de darle de comer a los animales. Al otro día nos avisa mi hermano Edgardo que él había dado positivo de Covid, nos empezamos a aislar todos y en 24 horas lo internan en el Hospital Fernández, porque vivía en Capital”. Su hermano era profesional de la salud y trabajaba en diferentes nosocomios porteños.

“Cuando a mi mamá le van a dar el alta de la operación, le hacen otro hisopado en la clínica y le da positivo. Creemos que se contagió ahí, con mi hermano ella había estado solo diez minutos y los dos siempre con barbijo”, sostiene, con dudas.

Madre e hijo tuvieron los mismos síntomas, cada uno estuvo cuatro días con oxígeno y después los indujeron al coma para ponerles el respirador artificial. “Estaban mal. En ocho o nueve días el virus los mató. Los dos eran de mucho riesgo. Mi mamá por la edad y el cáncer que le habían detectado y mi hermano diabético, algo obeso y con problemas respiratorios”, señala, resignado ante la pérdida de ambos.

Mesa familiar. La foto es de un almuerzo en 2016 durante un viaje a Salta. Un recuerdo de los Macías.

Mientras su madre y su hermano todavía estaban internados, su hermana empezó a tener síntomas. “Ella iba todos los días a ver a mi mamá para llevarle cosas, también creemos que se contagió ahí. Tenía mucho dolor de cabeza y fiebre y el lunes 21 de septiembre la internan en Pacheco, no podía respirar. Después la trasladaron al hospital Erill, estuvo 15 días con respirador y murió”. Había sido docente, directora de la Escuela Primaria Nº24 de Garín y tenía dos hijos: de 16 y 18 años.

La paradoja del destino hizo que ninguno de los tres supiera que los demás habían fallecido, algo que, de alguna manera, alivia a Damián y a sus otros dos hermanos, Patricia y Martín, que viven en La Plata. “Lo loco y lindo a la vez es que ninguno de los tres supo nada. Mi mamá y mi hermano sabían que entre ellos dieron positivo, y mi hermana al momento de internarse sabía que los dos estaban mal, pero nada más, porque no teníamos comunicación con ella, le habían sacado el teléfono”, explica.

A pesar de todo lo que tuvo que padecer -en 2016, además, falleció su padre, Jesús Benigno Macías (ver nota acá)-, él está fuerte, entero y no baja los brazos. “Estoy totalmente de pie, pero tengo mis momentos de extrañarlos. Daría mi vida porque ellos estén acá. Lo esencial es el cariño que me dio la gente en las redes, en todos lados… Cuando era chico me creía el revolucionario number one y de grande aprendí que antes de hablar me tengo que mirar el ombligo”, asegura, con la madurez que le dieron sus 37 años y los golpes que acaba de soportar.

Dentro de todo lo malo, trata de rescatar algo de la pandemia, fomentando las cosas buenas y priorizando la familia ante cosas banales. “Hay que concientizarse del valor de la vida, llamar a las madres y decirles “te amo”, porque mañana puede ser que no estén. Este virus nos debe servir de aprendizaje para valorar las cosas más básicas. Hay gente que lo único que quiere es salir a correr, jugar al fútbol o ir a bailar, no entienden”, enfatiza, con sinceridad.

También quiere dejar un mensaje para que la gente siga cuidándose y atendiendo las recomendaciones de los especialistas: “Al leer esta nota espero que a las personas les sirva para que tengan los cuidados básicos de ponerse el barbijo. Esto es una guerra contra algo invisible. Hasta que no haya una vacuna no tiene solución, solo quedarse en casa y cuidar al otro, no es tan difícil”, declara, enérgico.

Entre tanto dolor, asegura que no siente resentimientos y que espera que esto sirva como aprendizaje para empezar a vivir mejor, de otra manera. “Podría salir a putear a todo el mundo: a los chinos, a los hospitales, a todos… Se me murió la mitad de mi familia. Pero sé que nadie tiene la posta de lo que es este bicho. Sabemos que mata a la gente grande y que a los chicos les rebota, entonces cuidemos a nuestros padres. Que nos quede como enseñanza”.

Por Javier Rubinstein

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