Canta y toca la guitarra en la plaza y la avenida principal de la ciudad. “En la calle hay magia, una espontaneidad que no se ve en otro lado”, afirma este joven artista y trotamundos, oriundo de San Luis.
Hace rato empezó a ser común ver músicos solitarios tocando en la plaza principal y en las calles céntricas de Belén de Escobar. Uno de ellos es Ezequiel Agüero (30), un artista nómade que tiene una interesante historia de vida.
Nació en Villa Mercedes, provincia de San Luis. Cuenta que de chiquito viajaba para todos lados acompañando a su padre, payaso de profesión, que hacía presentaciones en diferentes puntos del país.
A los 18 años empezó a viajar sólo, siempre el exterior, dentro del territorio sudamericano: Bolivia, Brasil y Paraguay, así comenzó una vida nómade, basada siempre en la música y el arte callejero.
“Siempre fui así. Hay lugares donde me quedé un año, en otros 8 meses, depende el tema de los papeles y la visa de trabajo. Así estuve en Uruguay, Colombia, Brasil, cantando donde sea”, le cuenta a El Día de Escobar, que lo entrevistó en la plaza San Martín, zapando junto a Luis Zilli, el abuelo que toca el acordeón a piano, también en la vía pública.
🎸 El músico nómade que toca en las calles de Escobar y se enamoró de su gente
Canta y toca la guitarra en la plaza y la avenida Tapia de Cruz. “En la calle hay magia, una espontaneidad que no se ve en otro lado”, afirma este artista y trotamundos. https://t.co/RIWi16ahJ8 pic.twitter.com/FXRrf76YC8
— El Día de Escobar (@eldiadeescobar) November 13, 2022
A principios de octubre Ezequiel se instaló provisoriamente en la ciudad y desde que llegó se lo puede ver y escuchar en la esquina de Tapia de Cruz y Colón o en la vereda de algún comercio céntrico, guitarra al hombro y con un amplificador a batería al lado.
“En Escobar me di cuenta de que la gente disfruta de cualquier cosa que le ofrezcas y te agradece. El tema Luna Cautiva es muy efectivo, igual que todos los tangos. A mí me gusta Desencuentro, lo disfruto mucho. Toco en la calle porque es el espacio más rentable y bello que encuentro. Me conecta mucho con la gente, que me trae regalos”, sostiene.
En uno de sus tantos viajes conoció en Perú a un trompetista y en Ecuador a un guitarrista, con la particularidad de que ambos eran de la zona de Ingeniero Maschwitz. Así entabló una relación de amistad y a la vuelta de una larga estadía en Venezuela llegó a Argentina y empezó a compartir casa con ellos. De esa manera, años atrás, conoció el partido de Escobar.
“Ahora estoy en la casa de otro amigo de acá, que es lutier. Es re lindo que te den esa confianza de compartir un hogar. Estoy de paso en realidad, porque el 22 de noviembre me voy para Costa Rica a cantar, con el trompetista de Escobar. Nos vamos de gira, ya tenemos los pasajes”, señala sobre sus planes a corto y mediano plazo, buscando dar a conocer su arte urbano en Centroamérica.
De adolescente era payaso, como su papá. También hacía malabares y elaboraba artesanías. Pero desde los 20 años el canto y la guitarra fueron su modo de vida, lo que más disfruta y más rédito económico le da.
“Soy músico de varios estilos. Siempre hago tangos, salsa, son cubano, folclore, toco de todo, según el día. Pero me gustan mucho el rock, el jazz y el blues. Sí hay cosas que funcionan más que otras”, cuenta, mientras toca El amor después del amor, de Fito Páez, y un vecino le pide algo de Creedence, deseo que cumple al instante.
La gente pasa y le deja un billete, lo felicita y arenga; otros lo ignoran y siguen su caminata. Ezequiel, simpático, agradece y canta, con un tono logrado y una voz cálida.
“Me sorprendió un montón la generosidad de los escobarenses, me ha ido muy bien, de los mejores lugares del país. Me dejan muchos billetes de 100, y cada tanto de 500 ó 1.000 pesos. La primera vez que toqué en la plaza de la estación toda la gente me empezó a aplaudir, es un reconocimiento hermoso. En la calle hay esa magia, esa espontaneidad que no se ve en otro lado”, confiesa, sintiéndose reconocido y feliz por la respuesta de la gente.
Este cantor urbano toca en donde la ocasión lo amerite, se presenta en peñas, bares o teatros. También sabe tocar la quena, hace percusión y estudia teclado, pero lo suyo es la guitarra. “Vivo de esto y se puede vivir muy bien de la música, proyectarse en el arte es difícil pero no imposible. Podés tocar, hacer docencia, arreglar para otros músicos, de todo”, aclara.
Para los escobarenses que aún no lo cruzaron por la avenida Tapia de Cruz o en alguna plaza de la ciudad, no hay mucho más tiempo para disfrutarlo, porque pronto se tomará el avión para Costa Rica, donde cumplirá otro sueño.
“Quiero quedarme años en Centroamérica y mi idea es ir a Europa. Tengo familia, no hijos, estoy libre, nada que me ate acá. Cumplí el sueño de ser músico día a día, pero soy ambicioso. ¿Qué es la música para mí? Una herramienta donde uno puede pulir el espíritu”, expresa en la despedida, mientras es felicitado por sus cálidas interpretaciones.
Por Javier Rubinstein
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