SR. DIRECTOR:
La audiencia pública que el Municipio promocionó tuvo el resultado por ellos esperado. Nadie pudo cuestionar nada a los Constantini y su grupo.
Pero más allá de las críticas ecológicas y sociales a la funcionalidad social de hacer una ciudad privada: ¿qué va a pasar con los vecinos de Escobar?
En lo personal, como docente, y pensando en mis críos y mis alumnos, sé que el medio pelo va a elegir vivir en ese lugar si el cuero le dá. Y que los vecinos más pobres van a terminar ofreciendo ahí también su mano de obra.
Por el mismo lado, Constantini dice que habrá empleos para 8.000 personas. Pero no dice que la mayoría son “no calificados”. Constantini dice que todos estarán en blanco. Pero no dice que los sueldos más bajos del mercado se pagan en los barrios cerrados.
Como tampoco dice que un jardinero o una “chica de limpieza” no tienen proyección laboral y que después de 5 años siguen ganando lo mismo. No dice que la rotación de estos puestos en los countries es más alta que los chicos de Mc Donald y que las cajeras de Jumbo.
A ver. Escobar tiene aproximadamente 32.000 jóvenes de entre 15 y 24 años que dan el perfil de la mano de obra que un country requiere.
Hoy, la desocupación es del 54% para los hombres y del 38% para las mujeres de ese mismo grupo. Son entonces un promedio de 16.000 los escobarenses que buscan trabajo, con secundario aprobado.
Si además consideramos que la suma de barrios cerrados construidos o por construir en Escobar es superior a lo proyectado por Constantini, y que la tendencia aumenta por nuestras características geográficas, podemos deducir que los 8.000 puestos de trabajo serán otorgados en forma inmediata a la mitad de esta mano de obra desocupada, pero que el resto de nuestros jóvenes se vinculará laboralmente también a éstos como trabajadores no calificados, por la rotación de mano de obra que caracteriza a este tipo de empleos.
Y no hace falta seguir al INDEC para esto, solo basta preguntar en Mc Donald, Jumbo o cualquier barrio cerrado cuál es la antigüedad de sus empleados.
Estaríamos entonces hoy formando jóvenes para que su panorama laboral se proyecte solo en la libertad de alternar entre las casas que podrían limpiar, o los patios que podrían carpir.
El trabajo en empresas, o en servicios, sería algo ajeno. El plan de carrera, ese concepto clásico de entrar como aprendiz y aspirar a supervisor, conocer la formación sindical, con sus críticas pero también con la defensa por los derechos laborales, sería algo desconocido para nuestros jóvenes.
La demanda de mano de obra no calificada en EE.UU y Australia tiene un índice directo con la mano de obra ocupada por la industria y los servicios empresarios. Un índice de alerta. Sino se daría el patético caso de que colapse el sistema y no haya compradores para los nuevos barrios cerrados, o que los pobres sitien a estas ciudades.
Latinoamérica es el ejemplo contrario. No prevemos eso. El municipio prefiere un country a una fábrica. Y rodea los countries por barrios pobres. La pasividad sudaca al palo hasta que desaparezca.
En lo personal, y tratando de entender las contingencias de la historia, no estaría mal aceptar que Zárate Campana tiene uno de los PBI más altos de la Provincia de Buenos Aires, que quizás sus industrias no ayuden a radicar barrios privados, y que algo pasó ahí para que sus vecinos sean menos pobres. Y que quizás sea una lástima -si reconocemos que emprendimientos como el de Constantini contaminan también y mucho- que no hubiera sido entonces preferible un Escobar que instalara su puerto y el desarrollo industrial que eso implicaba -como aquel olvidado proyecto del ‘76 con el proceso-, ya que al fin y al cabo el humedal se hubiese perdido igual, pero nosotros seríamos menos pobres.
Alejandro Anríquez (Matheu)