La tradicional Fogata de San Juan iluminó la noche de Maschwitz

Gran cantidad de vecinos participaron de la ancestral celebración, en el Paseo El Dorado. Color y calor para dejar de lado las angustias y renovar las esperanzas.

El Ninot arde en llamas sobre la hoguera, que durante una hora irradió luz, color, calor y sonido a los vecinos presentes.

Cientos de vecinos participaron este sábado 29 de la tradicional Fogata de San Juan, que se realizó en las primeras horas de la noche en el predio del Paseo El Dorado, tras la habitual procesión con el Ninot por la calle Mendoza.

Esta fue la cuarta edición de la Fogata en Ingeniero Maschwitz. La celebración arrancó cerca de las 18 en el Paseo Mendoza, con la procesión que llevó consigo al muñeco gigante hasta el lugar donde tiempo después se realizó la quema, y que avanzó ininterrumpidamente al son de los tambores y la compañía de niños enmascarados, en una especie de ofrenda y puesta artística digna de apreciar.

“Es una fiesta ancestral pero que nosotros resignificamos en el contexto contemporáneo y la idea es agradecer al fuego porque es la fuente de vida, de luz y de calor, sin el cual no podríamos vivir. Es un poco sentirnos parte de la naturaleza y empezar a generar esa conciencia de ser parte de algo. Además, tiene un sentido espiritual muy profundo, que es dar paso a lo nuevo liberándose de lo viejo, quemando lo viejo”, contó a EL DIA de Escobar Guillermo, de Arde Juan, la organización que desde 2010 viene realizando este milenario ritual en el pueblo de las artes.

Una hora después de comenzada la celebración se dio paso al momento culminante y la figura de madera gigante se convirtió en el epicentro del ritual del fuego con la quema de muñecos en la pira. Las llamas escalaron metros y más metros brindando un verdadero show de luz, color y sonido, mientras grandes y sobre todo niños, avivaban aún más la fogata arrojando juguetes -muchos peluches- y los habituales “juanitos”, pequeños trozos de madera que uno carga con aquello que quiere desprenderse y quiere renovar para una nueva vida y un nuevo año.

Mientras las familias disfrutaban a pleno de la quema, que proveyó de luz y calor a una jornada que se había vuelto muy fría, el grupo de percusión “Agua de Río” tocaba y danzaba al ritmo de las llamas, que lentamente consumieron la efigie. Recién pasadas las 20, una hora después de la llama inicial, el muñeco desapareció y la hoguera bajó notablemente su intensidad ante la atenta mirada de los bomberos, presentes por cualquier imprevisto.

Poco a poco los centenares de personas que asistieron al estacionamiento del Paseo El Dorado fueron retirándose del predio, dando cierre así a una nueva edición de la tradicional y atractiva Fogata de San Juan. “Cada año se va llenando de gente y vienen también con respeto, porque estamos muy lejos de querer hacer algo rimbombante sino que queremos que se mantenga ese espíritu de cierta autoconciencia e introspección que hace falta. Observar y agradecer las cosas que hacen que vivamos”, destacó Guillermo.

La muchedumbre permaneció cautiva delante del fuego y participó arrojando a las llamas "juanitos" y otros elementos.

Fiesta pagana y religiosa

Es una fiesta y ritual de renovación y purificación muy antigua celebrada con posterioridad al 24 de junio, fecha en la que se venera a San Juan. Su origen europeo, anterior al cristianismo, estaba vinculado a la llegada del solsticio de verano en el hemisferio norte y con el correr del tiempo esta fecha fue puesta bajo la advocación de San Juan Bautista, convirtiéndose en la Fogata de San Juan.

Aunque está especialmente arraigada en España, Portugal, Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Estonia y Gran Bretaña, prácticamente en toda Iberoamérica se celebra la Noche de San Juan siguiendo las prácticas llevadas por los españoles y portugueses y en ciertas zonas sincretizada con elementos indígenas e incluso afros.

Esta fiesta pagana y religiosa, que en nuestro país a partir de la década de 1960 declina en importancia y se reaviva con la llegada de la democracia en 1983, es para muchos una tradición querida que enlaza con la sacralidad tan primitiva como auténtica del ritual del fuego; expresa el anhelo de trascendencia para los hombres.

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