Tiene 23 años. Consiguió trabajo en una ONG de reciclaje, aprendió a minar criptomonedas y con lo que recaudó se compró un terreno en el barrio Colman. Ahora está construyendo la casa, donde vive con su novia y su hija.
Su historia se hizo conocida este martes a través de la pantalla del canal Todo Noticias. Sebastián Carsorio tiene 23 años y puede jactarse de haber comprado el terreno de la casa donde vive, en la localidad de Maquinista Savio, con el sudor de su frente. O, mejor dicho, con el dinero que obtuvo minando criptomonedas.
Hace poco menos de dos años que está viviendo en el barrio Colman, adonde llegó en plena pandemia junto a su pareja. Pero la historia que lo hizo conocido empezó un tiempo atrás, cuando se acercó a la fundación Qué Reciclo al ver un clasificado en el que buscaban un ayudante para el taller de reparaciones. Fue ahí que por primera vez escuchó hablar de minar criptomonedas.
“Siempre me gustó aprender, era el mejor promedio de la clase”, cuenta. Y aunque dejó sus estudios cuando le quedaban “5 ó 6 materias” para terminar, siempre conservó su actitud por descubrir e ir al frente.
En un principio le enseñaron a instalar Windows, después aprendió a soldar placas y un poco de electrónica, hasta que con algunas partes que le dio la fundación se hizo su primera computadora.
Con esa máquina empezó a leer foros en inglés, mediante el traductor de Google, y desentrañó cómo tenía que hacer para minar criptomonedas. Aclaración técnica: para que las criptomonedas existan necesitan de computadoras que realicen operaciones matemáticas complejas. Al estar descentralizadas, se puede alquilar el servicio y contribuir a la red y así “minar”. Este servicio es retribuido también en criptomonedas.
“Sebastián arrancó hace mucho con el tema de la electrónica, no conocía nada, era una nueva lengua para él. Fue aprendiendo, no encontró nunca techo y fue descubriendo tanto lo que es software como hardware y después criptomonedas. Es un pibe muy capaz, con mucho potencial”, afirma Juan Martín Ravettini, creador de Qué Reciclo, una entidad que se dedica al recupero de aparatos informáticos y electrónicos.
Ver esta publicación en Instagram
El entusiasmo de Sebastián nunca decayó, al contrario: mientras aprendía cómo minar más y mejor, seguía con su trabajo en la fundación. Iba todo bien hasta que llegó la pandemia. Allí tuvo que vender parte de los equipos que usaba, pero ya había hecho bastante.
Con un ahorro equivalente a $168.000, decidió invertir en su futuro: destinó $150.000 a comprar el terreno y $15.000 a una casilla de 4×4, que no resultó lo que esperaba. “Se inundaba, entraba frío y llovía más adentro que afuera”, recuerda. Pero no bajó los brazos ni se resignó. Al contrario, revertir esa situación fue su siguiente desafío.
Así fue que levantó medio metro el terreno, ya que el barrio Colman está en una zona anegadiza, y empezó a construir su casa ladrillo por ladrillo, con sus propias manos y materiales que le facilitó la fundación. Todavía está en obra, pero el cambio ya es significativo.
“Llegar y poder dormir en la casa que construiste, sin pasar frío y sin que te caiga agua en la cabeza, se siente re bien”, sostiene, con orgullo y alegría. En esa casa viven su novia y la pequeña hija de ambos.
Sebastián tuvo que sobreponerse a muchas adversidades. Cuando tenía 13 años, su padre lo bajó de la bicicleta y lo abandonó “porque pesaba mucho”. Se mudó con su hermana y luego con su pareja, a la que conoció en el secundario. “La pasamos feo”, recuerda.
Hoy su historia de superación llegó a los medios y es inspiradora. A los pibes les recomienda “aprender oficios” y que tengan en cuenta que “saber es poder”. Por su parte, ahora piensa en “terminar la casita y tener un primer piso para tener más lugar y un rig de minería”.