Donnelley: tras el cierre de la planta, los trabajadores armaron una cooperativa

Fue aprobada por el INAES y se denomina MadyGraf. Pero la situación aún es muy complicada y piden "que la empresa sea estatizada bajo gestión obrera".

Tras quedar en la calle y tomar la planta debido al cierre intempestivo de la multinacional líder en impresiones con sede en Garín, los empleados de Donnelley lograron que el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) finalmente apruebe la formación de una cooperativa que les permitirá mantener los puestos de trabajo.

«La cooperativa se votó en asamblea y el jueves 18 logramos que sea aprobada por el INAES (organismo estatal encargado de legislar, controlar y promover la economía social con respecto a cooperativas y mutuales). También barajábamos otras opciones, como la expropiación y aceptar que la empresa la compre un tercero, pero la cooperativa es la salida más rápida al problema salarial que tenemos», informó el vocero Nando Charles a EL DIA de Escobar sobre el nacimiento de la denominada MadyGraf.

Igualmente, no todo es color de rosas para los más de 200 trabajadores –eran 400 al comienzo del conflicto- que continúan produciendo en la imprenta de Garín: hasta que el Juzgado Comercial Nº19, a cargo del criticado Gerardo Santicchia, no revoqué el pedido de quiebra que aprobó inicialmente, no pueden cobrar su salario.

«Desde el lunes 11 de agosto hasta ahora ya vendimos por un monto de 4 millones de pesos, pero de todo eso no vimos ni una sola moneda. Todo los cheques son retenidos por los síndicos -que entienden la quiebra- y el juez que aprobó la quiebra exprés», comentó, angustiado, Roberto, otro de los ahora cooperativistas que exigen que «por lo menos liberen nuestro salario básico», que rondaría en $5.000.

Como si esto fuera poco, la formación de MadyGraf les trajo aparejada otra complicación no menor. «Ahora tenemos que ir a hablar con el juez para que nos alquile el taller, porque como la empresa presentó quiebra esto no es de nadie y el que lo quiera usar debe pagar. Para colmo, tenemos que negociar porque de golpe y porrazo aparecieron dos interesados más. No hacen más que ponernos palos en la rueda», agregó.

Por el momento, en la gigantesca fábrica de Garín los empleados de la ex Editorial Atlántida están imprimiendo y vendiendo las revistas Billiken y Cosmopolitan, mientras que las Gente y Paparazzi «las está haciendo Ipesa –una de las imprentas interesadas en el predio-, porque todavía nos estamos acomodando y esas son publicaciones de salida caliente -con escaso margen entre una y otra edición-«, señaló uno de los tantos hombres que Donnelley dejó en la calle por la presunta quiebra fraudulenta.

En ese sentido, la propia presidenta de la Nación había denunciado públicamente, y legalmente a través de la AFIP, el accionar «casi mafioso» de la multinacional en la que tienen acciones «fondos buitres». Pese a esto, la ayuda oficial nunca llegó y los trabajadores la piden a gritos: «El discurso de Cristina y Capitanich nos favoreció, pero todavía no nos aprobaron ni el Repro –subsidio de $2.000- que prometió Tomada», enfatizó Charles.

«El otro día escuché en la radio que se entregaron como 80 millones de libros en todo el país; imagínate que nos den un pequeño porcentaje de eso para poder imprimir: garantizaríamos nuestra fuente de trabajo, le podríamos llevar el pan a nuestras familias y colaboraríamos para que mejore la cultura y la educación de la sociedad, que son nuestros objetivos principales», argumentó el miembro del comité de Prensa y Difusión de la flamante MadyGraf.

Aunque la cooperativa les permitiría poder empezar a cobrar y facturar en el corto plazo los trabajos que están realizando, la idea de fondo de los empleados es que «la empresa sea estatizada bajo gestión obrera, o que en última instancia, el gobierno nos empiece a dar trabajo y garantice los puestos, tal como dijo en los medios», explicó Charles.

Se abrió un nuevo capítulo en la interminable historia de Donnelley y adelanta no ser el último. Por lo pronto, en el próximo se sabrá si finalmente los más de 200 empleados que aún siguen de pie y prometen «dar lucha hasta el final» pudieron obtener lo que todo trabajador desea: un salario para poder vivir.

Por Damián Fernández

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