Se llama Jonathan Castro, tiene 32 años y casi todos los días se para a tocar en la esquina de Tapia de Cruz y Asborno. “A la gente le gusta, me pide canciones”, señala. Además, vende cuadros que él mismo pinta.
La idea se le ocurrió en la primavera de 2020, cuando se empezaron a liberar algunas de las restricciones por la pandemia. “Me dije: ‘tengo que hacer algo de arte, de lo mío’. Así que vine y me puse a tocar”, cuenta Jonathan Castro (32), el joven que con su saxofón le pone música y una energía especial a la plaza central de Belén de Escobar.
Las melodías que ejecuta con su instrumento se pueden apreciar casi a una cuadra. Su lugar es la esquina de Tapia de Cruz y Asborno, en la plaza San Martín de Escobar. “A la gente le gusta, me pide canciones. Estoy ensayando unas de Pink Floyd y de Charly García, que me encargaron unas chicas”, le cuenta el músico a El Día de Escobar.
Jonathan nació en Villa Rosa (Pilar) y desde hace algunos años vive en Escobar. Cuenta que en su adolescencia incursionó en la música y lo primero que aprendió a tocar fue la guitarra, lo más clásico. Después probó con la armónica, hasta que a los 18 años vio en una vidriera un saxofón, instrumento que le llamó la atención y compró en cómodas cuotas con su tarjeta de crédito.
“No sabía nada, agarré una tarjetita de alguien que daba clases y empecé con él. Yo laburaba y no tenía tanto tiempo de estudiar, pero aprendí a sacarle sonido. No es algo sencillo, la verdad, lleva toda una preparación”, comenta.
Empezó a tocar en público doce años atrás, en la plaza del centro de Pilar. Mientras practicaba en su casa se le dio por salir a mostrar lo que hacía. “Fue genial, porque me senté en un banco, dejé el estuche en el suelo y me empezaron a dejar plata. Comía con eso y guardaba muy poquito. Así todos los días. Me empecé a perfeccionar, volví a tomar clases y me mudé para Escobar”.
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Repertorio variado
En la plaza San Martín suele estar de 11 a 13 y de 17 a 19, aunque hay días en que no va “para no cansar a la gente”, explica. “Todavía no llegué a tocar el saxo como realmente me gustaría, me falta, ¡y eso que llevo 14 años tocando! Me falta calidad de instrumento, boquilla e interpretación”, reconoce con mucha sinceridad y autocrítica, aunque para el oído común esos detalles realmente no parecen apreciarse.
Estuvo en bandas de música, fue sesionista y participó en grabaciones para grupos, siempre tocando el saxo o la armónica. También hizo blues, funky, tocó en zapadas en el anfiteatro de la estación y está activo en el movimiento under de la música zonal.
Hoy tiene un repertorio de veinte canciones, que va renovando cada uno o dos meses. “Tengo facilidad para sacar temas de oído y me gusta toda la música, la de ahora, la de antes, estoy abierto a todo. Me gusta el rock, el blues, el funky, el rap… hasta toco boleros. A la gente le gusta porque tengo un amplio espectro”, afirma.
Desde mayo, Jonathan también está en el mundo de las pinturas. Como otro de sus hobbies, empezó a fabricar bastidores para pintar con acrílico sobre lienzo. Con gran facilidad para dibujar, lo primero que hizo fue un saxofón y lo pintó de varios colores.
“Se lo regalé a un señor que me dejó su reloj porque no tenía billetes. Me agradeció y se emocionó. Al otro día una señora se llevó otro cuadro, por 200 pesos. Así, hasta que me empezaron a pedir modelos determinados. Ya vendí más de cien. Los cuadros son parte del show”, señala, mientras exhibe sus obras y la gente se detiene unos segundos a dejarle un billete en su estuche. “Una vez me dejaron uno de 1.000 pesos”, remarca.
Este artista urbano tiene dos hijos, que también lo ayudan en las creaciones y en las ideas de cuadros. “Mi nena toca la guitarra y dibuja, y el nene es más chico, pero ya está incursionando en la pintura y hace cuadritos de 10×10 centímetros. Hasta salí a tocar con ellos. Me miran y aplauden mientras hacen un picnic”, sostiene, contento por lo que genera y la devolución que recibe de la gente.
Así como Jonathan, otros escobarenses también decidieron salir a la calle para ganarse la vida compartiendo su música al aire libre en pleno corazón de la ciudad. El abuelo Luis Zilli tocando el acordeón a piano en la misma plaza y el joven Alejandro González con su batería casera, en la plazoleta de Tapia y Colón, son otros ejemplos. Casi una banda completa…
Por Javier Rubinstein