Me dirijo a Ud. con la esperanza de que le lleguen estas líneas y conozca una realidad poco conocida.
Soy psicóloga recibida en la UBA en el año 1989, tengo 52 años y, a riesgo de no poder trabajar en algún otro organismo municipal debido a mi carta, me siento en la necesidad moral de salir en defensa de un grupo de profesionales increíbles que trabajan a diario y que usted no tiene el gusto de conocer.
Hoy es mi último día después de 7 años, 3 meses y 27 días del trabajo más desgarrador que he tenido.
Ni el hospital Borda ni la cárcel de Caseros, ni los institutos de menores en los que estuve, se acercan mínimamente al drama continuo, perverso y sin solución inmediata que se vive a diario en un Servicio Local (o Dirección de Niñez).
Pero no solo por las historias aberrantes de miles de niños que parece que han nacido solo para sufrir, sino por la desidia, el desinterés, la falta de inversiones que se han hecho para el área, la inoperancia de la justicia que lo único que hace es tirar la pelota para otro lado esperando que sean otros (nosotros) quienes les demos una solución temporal a algo que es estructural, tratando de ganar tiempo bajo el argumento de “estamos trabajando”.
En todo este tiempo he sido asignada en 400 legajos. Haciendo un promedio de 4 niños por familia (algunos más, otros menos), son 1.600 niños con diferentes problemáticas.
Siguiendo con los números, el 35% eran situaciones de abuso sexual, un 45% maltrato físico y/o psicológico y un 20% de situaciones solucionables, siempre que se contara con un grupo familiar dispuesto a modificar conductas.
Entre los abusadores y los golpeadores, solo 1 fue preso… No, no es broma, es la pura verdad. El resto sigue abusando de otros niños o de los mismos, porque a pesar de los intentos de que no vuelvan a tener contacto con sus hijos, ya sea la justicia o la misma madre favorece dicho vínculo.
No hay hogares donde llevar a estos niños y los pocos que hay están saturados. Actualmente tengo 7 chicos en hogares, 1 en La Plata y 6 en San Nicolás… Las enormes distancias impiden que estos niños reciban visita alguna. Seguimos castigándolos.
Todo esto hay que multiplicarlo por 26 profesionales que están más o menos en las mismas condiciones.
Para la mayoría de la gente que desconoce nuestro trabajo, “los de Niñez no hacen nada o son los saca-pibes”. Pues, además de entrevistar y evaluar a cada uno de los miembros de la familia, incluyendo a veces a abuelos, tíos, vecinos y cualquier otra persona que esté dispuesta a ayudar a los pequeños, también llueven pedidos de informes desde Juzgado de Familia, Juzgado de Paz, Asesoría de Incapaces, Fiscalía, Defensoría, y ahora también se sumaron Defensoría del Pueblo, Violencia de Género, Desarrollo Territorial y cualquier hijo de vecino con el puesto político de turno… Uffff, ¡me cansé!
Todos estos organismos exigen al personal de Niñez que realicen el trabajo que ellos no hacen, los profesionales que trabajan en estas instancias ganan un sueldo por el trabajo que hacen otros (nosotros). Sumemos a esto los traslados de los niños al hogar que se dignen a conseguirnos, las medidas de abrigo, los informes mensuales de dichas medidas y todo esto con 3 (leyó bien) computadoras para todos los profesionales, 4 pseudos consultorios para atender, legajos por todos los rincones de la vieja casa en la que funciona el servicio, las ratas que nos hacen compañía, las paredes llenas de humedad, etcétera. En fin… un lujo.
Y mejor ni hablar de las condiciones laborales. Todos monotributistas, 5 horas (que suelen ser 6, 7 o, como a mí, que me tocó trabajar un 1º de mayo hasta las 4 de la mañana) por un sueldo que es un verdadero chiste, con el que además hay que pagar el monotributo, matrícula profesional, contador, etcétera.
En los 7 años que llevo trabajando en Niñez, ninguno de mis compañeros fue puesto en planta, ni siquiera aquellos que hace más de 10 años que trabajan en estas condiciones. Habría que agregar que, además, nos vemos expuestos a diario a situaciones de extrema violencia. Imagínese usted que si son capaces de golpear bestialmente a sus hijos, o abusar sexualmente de ellos, no se les mueve un pelo a la hora de agredir al personal que los deja expuestos.
Por ahí se escucha decir que todos los monotributistas del partido reciben el mismo sueldo. Si esto es así, invito a cualquiera de ellos a trabajar 1 mes en Niñez y después se anime a decir que es justo ganar lo mismo. Eso sí, para qué negarlo, aprendés de todo; después de Niñez, cualquier otro trabajo es una pavada.
Pero el cuerpo no resiste tanto maltrato, la cabeza menos. Lo he dicho hasta el hartazgo: lo único que te sostiene de pie es el grupo de compañeros que brindan sus brazos para que no te caigas.
Lo hice muy largo, espero que haya leído hasta el final, porque mientras se gastan millones en una plaza, se inauguran edificios maravillosos para Atención al Vecino, Afip o Salud Mental, Niñez (en todo aspecto) sigue siendo la gran olvidada. Como los chicos no votan, no generan dinero y, en realidad, lo único que provocan son gastos y además sus familias son disfuncionales, podría leerse como que es mejor que se ocupen otros de mantenerlos calladitos y lejos del Municipio, así no se ve la miseria humana más baja que pueda existir.
Lo que no se ve no existe, y a nosotros (a ellos, a partir de ahora) no los quiere ver nadie.
Sr. Intendente, sería realmente un desafío que usted no mire para otro lado como sus antecesores, que marque la diferencia, tan solo con pasar por el Servicio y conocer a un grupo de gente increíble y las condiciones en las que trabaja y les dé el valor que realmente se merecen.
Hasta acá llegue, para mí ya está. Se acabó. Terminó.
Llegó el momento de decir adiós, el momento de despegar, de guardar en mi corazón lo mejor y en mi memoria lo peor.
Gracias a todos aquellos que estuvieron sosteniéndome durante todo este tiempo y espero, con toda mi alma, que alguien haga justicia.
Nora Ripsky (Belén de Escobar)